domingo, 21 de diciembre de 2008

Horror en el Metro

Hay quien dice por ahí que los blogs no tienen calidad literaria. También hay quien dice que los frikis roleros somos asesinos en serie sin cultura ni educación. De eso se deduce que un blog de frikis roleros será una incitación al asesinato plagado de faltas de ortografía, sin una sintaxis estructurada y con alegorías fanáticas y tendencias psicopáticas.

No puedo discutir lo último, que es habitualmente cierto, pero desde que Word inventó el corrector ortográfico, nuestras faltas, como las de mucha gente, se han visto drásticamente disminuidas. A dónde irán esas faltas, si al infierno o al purgatorio o de qué viven ahora los correctores profesionales son temas muy interesantes que no vamos a tratar. Sin embargo, y para que se os caiga definitivamente esas babilla de pervertidos que sois, vais a leer la prueba inequívoca de que los frikis también sabemos escribir o de que la sociedad es una mierda sin valores, a gusto del consumidor.

Con honor y orgullo, os presento mi relato Horror en el Metro, basado en una idea original de Nimendil y en los relatos de nuestro dios particular, H.P Lovecraft, finalista en un concurso regional organizado por la Comunidad de Madrid, donde resido cuando estoy en este plano astral.

Aparte de todo, es posible que me esté plagiando a mí mismo, porque me suena haber cedido los derechos de publicación del relato, pero si lo hago con otros ¿por qué no me voy a copiar a mí? Si hasta tengo el original en casa…

Dentro relato...


Llevaba años buscándolos.
Desde el proyecto de Tuvalu. Desde que oí hablar por primera vez de seres vermiformes que emergían de los volcanes en erupción, arrasándolo todo, peor que el fuego y los desprendimientos, y desapareciendo de nuevo en las entrañas de la Tierra. Desde aquel anciano medio loco de Kaiau Kona que hablaba incoherentemente acerca de gusanos gigantes, con tentáculos fluidos, insensibles al calor y a las llamas, con tal fuerza que arrancaban rocas inmensas y árboles centenarios de raíz.
Mis investigaciones me llevaron a Fidji y Kiribati, a Canarias y Jan Mayen. Por todo el mundo se los ha visto, asociados a terremotos y expulsiones de magma, preferentemente en islas apartadas y poco habitadas.
Y siempre causan terror. Terror cósmico, lo llaman algunos. Un sentimiento que no entiende de fronteras o lenguas. Un efecto que deja su huella en todo ser humano. Porque todo ser humano recuerda.
Recordamos inconscientemente el principio, cuando nuestra raza fue perseguida y exterminada. Nosotros somos los supervivientes afortunados que encontramos un mundo donde escondernos. Y tememos que nos encuentren.
Pero todo eso no importa. Lo que importa ahora es que hay uno de ellos en los subterráneos del Metro. No se como ha llegado allí. Tal vez una cría, algún proscrito entre los de su propia especie, o incluso, algún desprevenido, obligado a subir con una veta de caliente magma en el pasado terremoto en Madrid. No lo sé. Sólo sé que voy a encontrarlo.
Nadie lo ha detectado. Es difícil, si no se sabe lo que se busca, pero las señales están ahí. Leves temblores localizados, incendios subterráneos, desprendimientos y socavones son algunas de las señales, pero no todas. Pueden cortar la roca como si fuese mantequilla. Poseen aparatos bucales colosales, repletos de dientes más duros que el diamante y más resistentes que el acero. Pueden viajar grandes distancias bajo tierra, hasta profundidades cercanas al núcleo. Inmensas máquinas destructivas. Perfectas para su cometido. Imparables.
Encontrar uno sería el punto culminante de mi carrera. Como si eso importase.
No encontrarlo podría significar el fin de los humanos. De la Tierra tal y como la conocemos. Y nadie lo sabe.
Estoy en el túnel, sobre las vías. No es difícil burlar a los vigilantes de seguridad, tienen otras cosas en que pensar. No van ha hacer caso a un pobre viejo como yo, solo e inofensivo. Sigo la señal sísmica. Irónicamente, la destrucción que provocan es lo que permite localizarlos. Devorar toneladas de roca genera vibraciones casi audibles. Está cerca.

-¿Que es exactamente lo que pasó?
-Le repito, agente, que ese hombre estaba como ido. Totalmente concentrado en ese aparato que tenia entre las manos. Ni siquiera vio venir el tren.
-¿Y respecto a eso que le oyó decir?
-Pues no estoy seguro. El tren hacía mucho ruido, fue casi como si le leyera los labios, parecía muy excitado. Creí entender que gritaba ¡Lo encontré! Pero después fue lo del derrumbe. Para mí que estaba loco, sería un enfermo mental o un perturbado.
-Sí, pobre diablo... En fin, ya le llamaremos cuando le necesitemos en la investigación. Muchas gracias.

5 cosas (no) relacionadas:

Khazum dijo...

Bueno, el cambi de ritmo del final es un poco raro, pero por lo demás está bastante aceptable...

Jeral dijo...

Muy bueno. Un poco corto para mi gusto, creo que la idea daba para más. Unas descripciones terroríficas de los túneles del subterráneo no estarían de más. ¿No has pensado en ampliarlo?

Bano Tuk dijo...

¿Lo que gano no era un concurso de relatos cortos?

Jeral dijo...

Habrá sido un concurso de relatos nanométricos, jeje.

Ki dijo...

sereis capullos... pues si, era un concurso de relatos cortos en los que me salte las bases por el forro de los co***** y aún asi, llegue a finalista.

No, una obra literaria de esta calidad y hechura no merece retoques post publicaem, seria pervertir el sentido original.

Pero no os precupeis, que vendran mas.

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