domingo, 15 de febrero de 2009

Soldado

Soy soldado. Soy un soldado gris, una figura sin nombre en medio de un ejército de figuras grises. No importa que yo esté aquí. Nadie se preocupa de mi suerte. Cuando alguno cae, otro igual ocupa su lugar. Quizá sea el mismo, resucitado de entre los muertos por oscuras artes. O quizás sea un clon. Quizá lo seamos todos. Salidos de los mismos moldes y creados con un único propósito: Luchar. No importa. Somos todos iguales. Morimos igual. Matamos igual.
Soy veterano de cientos de campañas. Pero eso a la masa gris no le importa. Aquí solo hay diferencias de forma, no de contenido. Yo llevo lanza y visto mal. Soy un lancero que lucha con otros lanceros formando un regimiento de lanceros. No se me permite hacer otra cosa. Ese lleva espada y escudo, protegido por cota de malla y un yelmo de bronce. Pero sigue siendo gris.
Luchará con otros como él, sin mezclarse con otros diferentes. Luchará sin hablar, obediente a las órdenes hasta el agotamiento. Cruzará ríos que le cubran la cabeza y escalará montañas cargado con sus armas. No tendrá amigos, solo compañeros. Si cae, nadie llorará por él ni recogerá sus huesos. Ni siquiera habrá saqueadores de cadáveres interesados en sus restos. No merece la pena.
Obedecer órdenes. Ese es nuestro sino. Lanzarse a batallas perdidas de antemano, contra grifos y dragones, contra arpías y cañones. Y vencer. O tener que salir huyendo de un enemigo inferior en número y capacidades lejos, muy lejos. Tan lejos que volver a la batalla resulta imposible. No es una vergüenza. Lo hacemos todos.
Nadie piensa. Somos todos grises. Casi todos. Hay uno, un capitán de exploradores. Cuando el está, se distingue el brillo dorado de su yelmo desde cualquier parte. Pero no creo que ni siquiera él sepa lo que hace. Solo repite las órdenes que recibe. Algunos dicen que el mismísimo emperador le guía. Otros, que es un Dios reencarnado. Yo opino que, realmente, el también es un juguete sin voluntad. Como todos.
El día es gris, a juego con nuestros ánimos. Las formas más grandes de los caballos nos rodean. Los pendones ondean con un viento inexistente. El ejército está formado, pero todos sabemos que hoy no habrá batalla. Nuestros enemigos fueron derrotados ayer. Esos elfos malditos no volverán en seis días. Pero volverán. Siempre vuelven. Con sus colores brillantes, sus tonos ocres y verdes que los camuflan, sus arcos primorosamente decorados. Siempre vuelven.
Súbitamente se hace la luz. Esto es extraño. No esperábamos el nuevo día hasta dentro de mucho tiempo.
Hoy es el día.
Antes de que pueda hacer nada, me agarran y me levantan por los aires. Espero ser arrojado para aplastarme contra el suelo metros más abajo, pero en lugar de eso, me depositan suavemente en una superficie dura y lisa. Me amordazan y me ciegan. Están usando algo químico sobre mi piel. No sé que es, no es desagradable pero tampoco es cómodo. Siento que manipulan mi cuerpo de diferentes maneras. Lo último que siento antes de quedar inconsciente es un pinchazo en el costado. El dolor es insufrible.

-¿Has visto como ha quedado?
-Es una conversión muy buena. Cambiarle la lanza por esa espada a dos manos queda bien.
-Va a ser mi nuevo capitán. ¿Qué me dices de los colores? ¿Te gustan?

5 cosas (no) relacionadas:

Ana-Cronista dijo...

Clap Clap Clap
Muy bueno.

Ki dijo...

gracias. menos mal que alguien aprecia mi arte...

retiro todas esas cosas feas que dije sobre ti en aquella entrada de los zombis ¿dije algo?

Nimendil dijo...

Yo también lo aprecio. Me ha gustado, pero es que no lo había leido hasta ahora.

Thardus dijo...

me gusta el estilo de Ki, reflexiones de un personaje y para acabar un dialogo de personas que aparentemente no tienen nada que ver con el resto y que nos traen de vuelta a la realidad

Anónimo dijo...

a mi me parece q las reflexiones podrian dar comienzo a una interesante historia del soldado

esta bastante bien

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